VARISARQUITECTES

Los humanos guardamos todo aquello que no queremos olvidar, porqué si lo hiciésemos, perderíamos un trozo de nuestra memoria, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos.

Sabemos que a los niños les gusta emocionarse. Pero también sabemos que a los niños no les gustan mucho los museos. Así las cosas, pensamos que teníamos que hacer algo que no se pareciese mucho a un Museo.

Un lugar que acogiese una magnífica colección de títeres y que atrajese a todo el mundo interesado en el tema.

Un lugar donde se cuidasen y guardasen las marionetas de todo el Mundo: su casa. Con el misterio de un desván, las sorpresas de un baúl, algo de teatro y la fragancia del juego. Donde los niños no se asustasen con la seriedad del lugar, y los mayores se atreviesen a sacar su propia infancia; un lugar para los niños que quieren ser mayores y los mayores que quieren ser niños.

Una visita planteada como un juego, donde los secretos de los títeres se nos van desvelando y donde la curiosidad y la complicidad nos acompañan en todo el recorrido.

Todo esto hecho, con paredes negras, luces temporizadas, espejos que completan espacios, provocan apariciones y desapariciones y a veces desvirtúan los límites reales. Cortinas rojas que nos acompañan en el recorrido y que se abren mágicamente y nos evocan el Mundo del Espectáculo, y del Teatro. Cajas de embalaje que hacen de peana, de mesa, de vitrina, de pantalla o de teatrillo. Una suma de almacén, desván, cámara acorazada, taller, laboratorio y gran archivo. Todo para generar recuerdos, provocar la imaginación, alentar el juego y poder engrasar un Imaginario para compartir.

Fue un proyecto hecho con mucha ilusión y con recursos modestos. Me brindó la posibilidad de mi reencuentro con el Mundo de los Títeres, y la oportunidad de poderles hacer su casa.